Estima María Dolores, le escribo estas líneas no en su calidad de Presidenta de Castilla la Mancha; ni tan siquiera en su calidad de Secretaria General del Partido Popular; sino como Consejera Delegada consorte de Capio Sanidad. Ha llegado hasta mi conocimiento que la empresa de su marido está haciendo méritos para adjudicarse la gestión de los hospitales que está vendiendo su compañero Ignacio González.
He perdido toda esperanza de que su partido escuche a la ciudadanía y a los profesionales sanitarios, por lo que dando por sentado que la privatización va a producirse, me permito dirigirme a usted por si tiene a bien trasmitirle mis consideraciones a su esposo.
Por motivos personales que no vienen al caso, he pasado los tres últimos días en el hospital, en uno de los de verdad, de los grandes, de los de nueve plantas. El tiempo aquí pasa muy despacio y, como menos dormir y fumar, se puede hacer casi cualquier cosa, he estado observando y meditando sobre las cosas que debería cambiar su Ignacio cuando asuma el Servicio Público Sanitario. No voy a entrar a valorar el trabajo y la capacidad de nuestros profesionales médicos, ya que como sus mentes liberales ya saben, eso no es lo verdaderamente importante en un hospital, y sin más preámbulos voy al grano, a lo que de verdad importa:
- No es de recibo que todos los trabajadores de un hospital público vistan de verde, azul o blanco arbitrariamente. Así no hay manera de distinguir un celador de un neurocirujano, y esto es del todo inadmisible en esta nueva sociedad clasista a la que nos encaminamos.
- El café es muy malo y pasan trece interminables horas entre la cena (20:00h) y el desayuno (9:00h). Un servicio de habitaciones y un minibar en la habitación haría mucho más agradable la estancia de enfermos y familiares.
- El descanso nocturno es prácticamente imposible ya que ésto está lleno de gente que tose, se queja y llama una y otra vez a las enfermeras porque se vacían sus goteros. Espero sinceramente que Capio Sanidad sea mucho más exquisito con el derecho de admisión.
- Pero lo que realmente funciona mal, lo que realmente crispa los nervios a cualquier ciudadano de bien, lo que enerva al más paciente, es el mal uso que se hace de los ascensores. ¿Por qué demonios (discúlpeme la expresión, pero es que es superior a mis fuerzas) alguien que quiere subir de la planta 0 a la planta 6, le da al botón de bajada del ascensor?¿Por qué una persona que habita la planta 7 y quiere bajar a la cafetería que normalmente está en la planta 1 pulsa el botón de subida? (...) y para el ascensor cuando sube, y se monta, y sube hasta la planta 9, y luego ya baja, y vuelve a parar en la planta 7 porque también le pulsó al botón de bajar (...)
Estamos utilizando los ascensores de los hospitales por encima de nuestras posibilidades. Ya que estamos en proceso de retroceso de unas décadas en materia penitenciaria, espero que por el bien del negocio familiar, le pida a su compañero Alberto, que retroceda un poquito más aún, y cambie la ley para que se castigue con la amputación de las falanges a quien reincida en este comportamiento tan molesto y tan perjudicial para el Estado de Bienestar.
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