Aparentemente, la Presidenta de la Comunidad de Madrid es el personaje de moda. Anteriormente lo fueron sus predecesoras. Es una notoriedad que debe dar la posición.
Independientemente del cargo que ocupe, cada vez que IDA abre la boca, sube el pan y ella se convierte en noticia. Evidentemente, es algo intencionado. Que hablen de uno, aunque sea mal.
Instintivamente me cuestiono cómo es posible que esta mujer esté donde está, pero, sorprendentemente, tiene sus adeptos. Afortunadamente, hasta en su propio partido hay gente que siente vergüenza y critica abiertamente cada rueda de prensa, cada entrevista o cada publirreportaje en medios afines. Probablemente, haya compañeros que la alienten, hábilmente, para luego tener un cabeza de turco que sacrificar.
Especialmente destacables han sido sus desplantes al Presidente del Gobierno y a sus homólogos de otras regiones para ir a recibir aviones cargados, supuestamente, de equipos de protección individual valorados en millones de euros o, al domingo siguiente, para acudir a una misa y llorar, amargamente, por las víctimas del Coronavirus.
Tremendamente feliz se mostró, sin embargo, días después en IFEMA, dándose un baño de masas y saltándose, torpemente, todas las medidas de prudencia que el resto de los mortales hemos de cumplir mientras dure la pandemia.
Absolutamente bochornoso fue el reportaje posterior, que le realizó El Mundo, en el que se la podía ver disfrazada de la Virgen María en Viernes Santo.
Como buen miembro del Partido Popular, su Máster en Comunicación Política, seguramente conseguido con tanto esfuerzo como el de su líder, hace que ataque, vilmente y arbitrariamente, a diestro y siniestro, aunque habitualmente meta la pata como con la D atribuida a diciembre en el acrónimo COVID19.
Paulatinamente vamos conociendo más cosas sobre Isabel, como por ejemplo, que vive en un lujoso apartamento que íbamos a pagar todos los madrileños, hasta que hoy, casualmente, la Comunidad de Madrid ha comunicado que se trataba, sencillamente, de un error y que, finalmente, lo sufragará ella.
Consecuentemente, nada va a pasar (nótese la ironía) e incomprensiblemente la sufriremos como Presidenta, al menos, tres añitos más. Así somos en Madrid, vivimos divinamente.
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