Hace tiempo escribí una entrada defendiendo y ensalzando las virtudes de quien creía un amigo. Me equivoqué.
Me equivoqué porque tardó nada y menos en propinarme una patada en el trasero que ríete tú de las que dieron los All Blacks para hacerse con la Copa del Mundo de Rugby.
Me equivoqué porque a la gente a la que aprecias es necesario mostrarle lo que está haciendo bien para animarle a seguir, pero es aun más importante advertir cuando esto no es así y tratar de reconducir las cosas que se van torciendo.
Después de ver durante semanas ese anuncio de Llámame que bien podría ocupar un lugar destacado en las páginas de clasificados de cualquier periódico, el vídeo con mensaje navideño, cual rey local, superó mi límite soportable de vergüenza ajena y me he visto obligado a escribir estas pocas líneas.
Como me gustaría que dentro de ese grupo de personas a los que una vez llamara Compañer@s, hubiese alguien con el valor, o por lo menos con la inocencia suficiente, que gritara, cual aquel niño que imaginara Hans Christian Andersen, ¡pero si el Emperador está desnudo!.
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