viernes, 2 de septiembre de 2011

UN CUENTO CHINO



Hace unos días fui al cine para ver “Un cuento chino”. Una deliciosa película, que aprovecho para recomendar, y en la que el protagonista, interpretado magistralmente por Ricardo Darín, coleccionaba recortes de noticias insólitas. Hoy en día, gracias a las ediciones digitales de los diarios y a las redes sociales, no necesitamos recibir periódicos viejos de otras partes del mundo, tal y como hace el protagonista del film, para sorprendernos de lo extravagante que puede ser a veces nuestra existencia.

Def con Dos escribió hace ya algunos años “Pánico a una muerte ridícula” en la que, como su propio nombre indica, hacía un repaso a una serie de muertes absurdas. A mí, sin embargo, las noticias que más me sorprenden son las relacionadas con decisiones judiciales. Es posible que se deba a mi completo desconocimiento en la materia, y hace ya mucho tiempo que perdí la esperanza de licenciarme en Derecho.

Tras leer la prensa de hoy me he decidido a escribir estas líneas para dejar constancia de esta sorpresa. Hay sentencias que podrían calificarse de graciosas o simpáticas, como la del ciudadano chino absuelto tras ser sorprendido conduciendo ebrio por no poder demostrarse que hubiera entendido las instrucciones para realizar la prueba de alcoholemia. O la del también conductor absuelto por conducir con un carné falso porque la falsificación era tan burda que, según el juez, no tenía intención de engañar a nadie. O la del ciudadano rumano acusado de tráfico de droga, absuelto porque la cocaína que vendía estaba tan adulterada que no era dañina.

Sorprendente también, aunque sin ninguna gracia, sobre todo para la víctima y sus familiares, es la absolución de un ciudadano británico que violó a una menor de dieciséis años por quedar “probado” que lo hizo dormido ya que padecía sexomnia.

Capítulo aparte me merecen las absoluciones de los cargos públicos. En concreto hay dos que me dejan “ojiplático”. La primera de ellas es la prescripción, que no absolución, del delito de fraude fiscal del hombre de las sempiternas gafas de sol. Carlos Fabra fue acusado de evasión de impuestos, entre los años 2000 y 2004, en una cuantía de 980.000€. Desconozco cómo, pero consiguió que la causa pasase por 8 magistrados distintos hasta la prescripción del delito. Lo que más me asombra de este caso es la “fortuna” que tiene el matrimonio Fabra con la lotería. En el año 2000 ganaron en este concepto 113.000€, en 2001 otros 103.00€ y en 2002 tan sólo (#ironía) 29.000€. En 2003 debieron de derramar sal porque no fueron agraciados con ningún premio. Sin embargo en 2004 la diosa fortuna les sonrió de nuevo con 23.000€ más. En estos 5 años sus declaraciones de la renta les salieron a devolver.

A lo mejor mi problema es que no creo en la casualidades, pero cuando ves que esos 268.000€ son calderilla comparados con los 2.000.000€ que obtuvieron en el sorteo del Niño de 2008 se puede entender la sospecha.

La segunda de las absoluciones sorprendentes la conocimos ayer, es la de LB, más conocido como Luís Bárcenas, extesorero del Partido Popular. Ha sido absuelto de cohecho porque aún no era senador cuando se cometió el supuesto delito, ya que como  gerente y tesorero no se tiene influencia en el partido (#ironía). Se consideran prescritos los delitos contra la hacienda pública y no se considera “inveraz” la rocambolesca historia de los cuadros que utilizó como argumento para desvincularse de la trama Gürtel.

Bárcenas asegura que pidió un crédito de 330.00€ en efectivo, quién no lo ha hecho alguna vez (#ironía), para comprar dos bodegones. Pasado un mes devuelve el crédito, también en efectivo, porque finalmente, y siempre según su versión, no compra los cuadros. Argumenta que el dinero lo pide en efectivo por no sé qué problema con una herencia que tienen los vendedores, a los cuales el juez no logra localizar para verificar la historia. Casualmente, en esas mismas fechas, en las anotaciones de la Caja B de Correa, aparece un pago a un tal LB y casualmente por la misma cuantía.


Puede ser que mi problema de incredulidad sea una falta de fe, pero a mí todo esto me suena a Cuento chino.

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